martes, 22 de mayo de 2007

Los buenos muchachos de la SIP y la libertad de prensa

“...Pero si ustedes me permiten, en épocas en donde muchos sectores hacen la autocrítica – y está bien que la hagan- de lo que nos pasó en aquel momento, yo sé que voy a decir algo que seguramente me van a dedicar centímetros y centímetros de prensa criticándome, no importa: me gustaría que en algún próximo 24 de marzo o antes, los medios de prensa argentinos también hagan autocrítica. En algún medio, hasta hace muy poco tiempo, ni siquiera sacaban las solicitadas de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.”

Extracto del discurso pronunciado el 23 de marzo de 2006 por el Presidente Néstor Kirchner en el acto de ascenso a coronel de los oficiales superiores Martín Rico y José Jaime Cesio.


La Sociedad Interamericana de Prensa, integrada por los dueños de los grandes medios de comunicación del continente, compara a los gobiernos populares de Latinoamérica con las dictaduras que ellos mismos supieron sostener años atrás. ¿Qué intereses defienden en realidad los empresarios periodísticos detrás del discurso de la libertad de prensa?

¿Qué es la SIP?

Vamos por partes. La Sociedad Interamericana de Prensa podría entenderse como una suerte de cámara empresaria continental que agrupa a algunos periodistas funcionales a las empresas societarias, pero principalmente congrega a los propietarios de medios de América en defensa de sus intereses corporativos. Hasta aquí nada fuera de lo común en un mundo regido por normas capitalistas donde “agremiarse” es una forma cotidiana de plantarse al momento de discutir intereses, tanto para los empresarios como para los trabajadores. Es más, hasta se podría pasar por alto que la SIP, si bien comienza a reunirse a mediados de los ’20, se creó formalmente en 1943 en La Habana, momento en que Cuba estaba bajo la Dictadura de Fulgencio Batista.

Un pequeño desliz, si no fuera que “La Sociedad Interamericana de Prensa es una organización sin fines de lucro dedicada a defender la libertad de expresión y de prensa en todas las Américas”, y cuyos principales objetivos, tal cual reza en su presentación institucional son: “Defender la libertad de prensa donde quiera que se impugne en las Américas; Proteger los intereses de la prensa en las Américas; Defender la dignidad, los derechos y las responsabilidades del periodismo; Alentar normas elevadas de profesionalismo y conducta empresarial; Promover el intercambio de ideas e información que contribuya al desarrollo técnico y profesional de la prensa; Alentar un conocimiento amplio y un mayor intercambio de información entre los pueblos de las Américas en apoyo a los principios básicos de una sociedad libre y de la libertad individual”. (http://www.sipiapa.org/) Curioso planteo para una sociedad nacida a la sombra de una dictadura.

¿Dónde está el problema? La SIP desde sus orígenes es una “asociación ideológica” traficante de influencias y lobbysta de los intereses antinacionales. Amparados en la impunidad y en el olvido que les da su dinero y posición, los medios nucleados en esta cámara, pretenden erigirse como los paladines de la libertad de expresión mientras operan mediáticamente contra los intereses populares o los gobiernos enemigos de Estados Unidos.

No es un secreto que la SIP avaló (y no sólo con su silencio) la desaparición y asesinato de periodistas, el cierre de medios de comunicación y la instauración del terrorismo de Estado, cuando no también, proveyó de material “humano” a los gobiernos de facto para que hagan el trabajo de voceros del horror.

Históricamente la SIP y los medios que la integran, han respaldado los golpes de Estado y las dictaduras en América. Así lo hicieron con el golpe contra Arbenz en Guatemala y Perón en Argentina. Sostuvieron a Somoza en Nicaragua, Trujillo en República Dominicana, Pinochet en Chile, y las dictaduras en Argentina y Uruguay durante los años setenta. Incluso recientemente respaldaron el fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez en Venezuela. Por eso no es llamativo que las críticas de la SIP se centren en los gobiernos populares del continente: últimamente se presentaron informes críticos contra Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay y Venezuela.

Esta misma SIP, que cuestiona la Revolución Cubana con similares argumentos que los utilizados por los traficantes cubanos radicados en Miami o el Departamento de Estado yanki, es la que censuraba cualquier intento de denuncia de lo que sucedía en Argentina o en otros países de Latinoamérica bajo las dictaduras militares impuestas por Estados Unidos. Sus integrantes son los mismos que hablan de “ola de violencia y terrorismo en Irak” pero se cuidan de hacer cualquier alusión a la causa de tantas muertes: la invasión yanki, bajo la excusa de derrocar un gobierno (al cual sostuvieron sin prejuicios en otros tiempos) con tal de garantizar su provisión de crudo y suculentos negocios a las empresas norteamericanas implicadas en la “seguridad y reconstrucción” de Irak. La SIP, cumple un rol fundamental en la política internacional de Estados Unidos. Es, ni más ni menos, el auditor de los house organ locales del Departamento de Estado yanki en América.

Una cuestión de memoria

Dicen que para muestra basta un botón, nosotros mencionaremos dos. Danilo Arbilla, el ex presidente de la SIP y actual directivo de la misma, fue director de Prensa de la última dictadura militar uruguaya, el mismo que hace poco se paseaba por las fundaciones y cámaras empresarias argentinas exigiendo prebendas para los multimedios gorilas. Durante la gestión de Arbilla en la dictadura, fue asesinado el director del semanario Marcha, Julio Castro, y fueron secuestrados decenas de periodistas y escritores, entre los que se encontraban Carlos Quijano, Carlos Borche y Santiago Puchet y el poeta Juan Carlos Onetti. También, durante su gestión entre 1973 y 1976, se clausuraron 173 medios de comunicación (14 de los cuales fueron cierres definitivos), se produjeron cientos de allanamientos a las redacciones y se intervino la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU), la organización sindical de los periodistas, y todos sus dirigentes fueron encarcelados. Pero esto no es novedad. Desde sus inicios la SIP está a favor de la libertad de empresa y no de prensa como vociferan a los cuatro vientos.

Vamos con la segunda muestra, el Diario La Nación. A través del editorialista estrella de los Grupos Económicos y la embajada yanki, Joaquín Moráles Solá se lo acusa a Kirchner de “autoritario” por no dar conferencias de prensa o reportajes, o de nostálgico setentista, porque incorporó la cuestión de los Derechos Humanos a su gobierno como una política de Estado. Constantemente se intenta victimazar a un medio que históricamente estuvo del lado de los victimarios. Moráles Solá seguramente recordará cuando el doctor Claudio Escribano y el doctor Raúl Kraiselburd defendieron en una reunión de la SIP de 1981 la existencia de la libertad de prensa en la Argentina y denunciaron como una mentira la denuncia que hizo Jacobo Timerman, sobre la persecución a los periodistas.

El 9 de julio de 1981 en el panorama político de La Nación, escrito por Claudio Escribano, se lee: "Timerman ha encontrado al fin, la horma de sus zapatos. El General Camps... lo refutará en un libro que está escribiendo... junto al Arquitecto Máximo Gainza, Director de La Prensa y el Sr. Raúl Kraiselburd, Director de El Día". Este era un momento oportuno para hablar de autoritarismo y persecuciones, claro es difícil hacerlo cuando el que persigue y proscribe es uno. Pero no debería extrañarnos la actitud de Moráles Solá, a fin de cuentas sigue siendo el mismo que en marzo de 1976, junto a otros periodistas, compartió con el general Bussi un almuerzo en el Regimiento de Infantería 19 de Tucumán, a metros de un Centro Clandestino de Detención.

¿Parece que ahora no recuerda que una vez finalizado el “asadito”, el general obsequió a cada uno de los periodistas presentes un pergamino en el que agradecía "su colaboración en la lucha contra la subversión"? ¿No es paradójico que ahora denuncie "presiones" contra la libertad de prensa cuando hace unos años se abrazaba con los asesinos del Pueblo? Como era de esperar la milicia de Mitre -actualmente miembro directivo de la Sociedad Interamericana de Prensa- y sus prohombres del diario La Nación salen a defender en cadena a la SIP. Es tan obvio que defienden una construcción ideológica y política absolutamente alejada de la realidad del Pueblo, que en sus argumentos pecan de soberbia y mala memoria con desdén.

Seguro también estos "libre pensadores" ya se olvidaron cuando Clarín y La Nación se asociaron con la Dictadura, allá por el '77, y consiguieron fondos públicos para crear Papel Prensa SA, pactando además su financiación mediante: un aval del gobierno al entonces Banco Holandés Unido para un préstamo total, la promulgación de un decreto para que la provincia de Buenos Aires le suministre energía casi gratis a Papel Prensa por diez años para la planta en San Pedro, y la firma de una resolución de Raimundo Podestá, secretario de Industria del entonces ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, imponiendo a los restantes diarios de toda la Argentina condiciones leoninas para la compra de papel.

No esperamos autocrítica alguna de parte de estos personeros. Nos gustaría. Pero sabemos que es imposible. De la misma manera que sabemos imposible el arrepentimiento de los Massera y los Martínez de Hoz. Los genocidas no se arrepienten, el capitalismo tampoco. Esta es la libertad de prensa que pregonan los poderosos, la del doble discurso. La que es funcional al imperio de turno. Ladren mientras les quede un hilo de voz. Aten acuerdos con organismos no gubernamentales sostenidos por bancos estadounidenses. Jueguen a que son íntegros y den conferencias sobre ética. De noche el espejo les devolverá lo que realmente son: prenseros de la oligarquía y enemigos del Pueblo.

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